martes, 19 de abril de 2022

Libertad

Siguiendo con mi entrada anterior sobre la Identidad, esta continúa como una forma de analisis introspectiva y filosófica ante varias ideas que me ayudan a definir una postura intelectual clara ante lo que puede conformar la gran complejidad de la vida y lo que se busca a lo largo de esta.

En este caso la libertad, sus conceptos y distintas vertientes. Se suele entender por libertad como un estado o condición de la persona que es libre en ejercicio de sus voluntades, que no está en la cárcel ni sometida a la voluntad de otro, ni está constreñida por una obligación, deber o disciplina. En esencia, se entiende libertad como tener el control de nuestra propia vida y poder tomar decisiones a nuestra propia voluntad.

Sin embargo, la libertad no es algo que solo depende de la capacidad de tomar acción a voluntad ante los deseos del ser, de uno mismo, sino que depende de mantener un equilibrio entre lo que uno busca y lo que buscan otros individuos en una sociedad. Ya que la libertad debe basarse en el respeto a las voluntades ajenas para poder obrar en sus condiciones de libertad, es decir, que la libertad de uno termina en donde comienza la libertad del otro.

Es un poco conflictiva esa perspectiva ya que invita a plantearse: ¿Hasta que punto soy libre realmente? Ya que si nuestras voluntades no se cumplen a nuestra disposición, ¿realmente estoy teniendo la libertad que busco?

Pues si y no, ya que en esencia el ejercicio de la libertad no se basa en realizar acciones sin premeditar ni marchar sin rumbo y de manera despreocupada de afectar a otros. El ejercicio de la libertad requiere obrar en función a nuestros valores éticos ya que la libertad es el ejercicio y la práctica de los valores éticos y morales de cada individuo siempre que estos no coaccionen las libertades de otras personas. No se puede concebir la libertad sin entender previamente la ética y los valores morales que conforman a un individuo. Valores que definen su identidad, su código personal y rigen sus bases morales.

Citando a Alberto Venegas Linch (h), la prueba de fuego es cuando no compartimos el proyecto de vida del vecino. Más aún; nos puede resultar repugnante, pero si no hay lesión de derechos, tenemos que respetar el proyecto de vida de otros. De lo contrario, se hace invivible si todos levantamos el dedo e imponemos o intentamos imponer nuestro proyecto.

Parte esencial y fundamental del ejercicio de la libertad subyace en el respeto a las libertades de otras personas, por lo tanto, el ejercer un acto de imposición sobre cómo otras personas deben vivir su vida iría en contra de los proyectos de vida de estas. Ya que se debe enfocar una forma de empatía al momento de plantearse el cómo accionar o responder ante los derechos y ejercicio de libertades de otras personas. Personalmente, me gusta enfocarlo bajo la siguiente lógica:

Nunca actúes ni obres de una forma que no te guste que obren o actúen hacia tí.

Aunque creo que es quedarse cortos ante una definición tan reduccionísta de las libertades, ya que no solo se debe ver la libertad como un ejercicio individual en el que uno mismo se otorga su libertad a medida que la ejerce, en una sociedad funcional con una estructura institucional llegamos a creer muchas veces que la libertad proviene de otras fuentes que nos la otorgan como derecho que deberíamos recibir por el simple motivo de existir.

Si bien la libertad nos la tenemos que otorgar nosotros mismos poniendo en práctica nuestros valores éticos, hay una parte que proviene de las reglas enmarcadas en una sociedad y su estructura, es decir, un marco institucional que bien puede regular ciertas libertades que nos permiten mantenernos dentro de ciertos grupos sociales. Estas libertades son más complejas porque ya no radican solamente del ejercicio de nuestras libertades y valores, sino del seguir la estructura legal que fundamentan las instituciones.

Es entendible que siempre se van a necesitar parámetros o reglas para poder definir un juego y mantener un balance, pero la incognita surge en el momento de decidir estas reglas, ¿podemos confiar realmente en las instituciones que nos otorgan las libertades? Esto me recuerda un poco al aforísmo de, ¿Quis custodiet ipsos custodes? ya que, hay que cuestionarse siempre la ética de quienes imponen las reglas del juego puesto a que los valores éticos de estos pueden definir los límites del ejercicio de nuestras libertades propias. El eterno debate de las libertades negativas y positivas.

En este sentido se puede interpretar estas dos de la siguiente manera, las libertades positivas como un: "No es el estar libre de algo, sino el ser libre para algo, para llevar una determinada forma prescrita de vida." y las libertades negativas como: "En qué medida intervienen en mí las instituciones y que tan libre soy de hacer algo." Es decir, las libertades positivas son las que te otorgan las instituciones, mientras que las libertades negativas son las que uno mismo se otorga en la medida que pueda ejercer sus voluntades.

Para concluir, el encontrar un balance entre ambas es fundamental para un desarrollo pleno del ente que uno quiere formar de si mismo como individuo, y formar parte activa de estas es crucial para que otros puedan entenderse a si mismo y ejercer sus libertades de forma plena pero es necesario tratar de comprender esta dualidad para poder maximizar los beneficios que ambas pudiesen otorgar a cualquier individuo dentro de un conjunto social en plena función de un ejercicio de valores éticos.

La ética implica un ejercicio permanente de la libertad, como que ser ético es el máximo grado de la libertad. La ética nace de una decisión personal que no puede ser impuesta por nadie, y en esto se diferencia de la ley. A su vez la libertad es posible como resultado de la práctica de las virtudes que llevan a la excelencia personal y profesional. Puesto que nadie le da la libertad a nadie, esta es creación de lo mejor de cada persona.

*Bibliografía en los comentarios.

―Ernesto Fernández